“Los especialistas en el diseño del entorno urbano no han incluido el color con toda su potencialidad como variable de diseño. Este no se percibe solo con los ojos, sino con todo el pasado, la historia y la concepción que se tenga del mundo. El color es un hecho cultural, y lo percibimos con toda la cultura. Por lo general, en el transcurso de la historia, se ha utilizado el color en la búsqueda de producir "un efecto colorista" en la obra de arquitectura. Estos "efectos" responden a distintas motivaciones y cumplen diversas funciones, fundamentalmente simbólicas (primitivas, abstractas, decorativas) y comunicativas (decodificadoras, descriptivas, exaltadoras, contextualistas, etc.)”. “A partir de la influencia de la Reforma (Lutero, uno de los principales exponentes que aportan sustento filosófico), se vuelve la mirada hacia el Clasicismo (síntesis equilibrada de forma y espacio), con una desvalorización del rol del color. En la mitad del siglo XVIII se producen los primeros descubrimientos arqueológicos que revelan el uso intenso del color en la arquitectura clásica. Ello modifica las tendencias de la época, lo que se traduce en dos corrientes: una que incluye el uso del color en la arquitectura, y otra que se resiste, centrando su postura en el acromatismo. Enrolado en esta última podríamos incluir a Ruskin (siglo XIX), que influenciaría al Movimiento Moderno en general, a pesar de que algunos de sus fundadores como W. Gropius, B. Taut, A. Behne, etc., desarrollaron varios intentos para incluir el color en la ciudad y crear nuevas formas de comunicación valiéndose del color como medio.
Por definición, el color es la impresión producida en la
retina por la radiación de luz. Los rayos de luz, son a la vez reflejados y
absorbidos por los cuerpos, de acuerdo a la longitud de onda de las
radiaciones.
Esta estimulación visual que realiza la luz, de acuerdo a
la teoría ondulatoria, en el sistema nervioso y su percepción en el cerebro
humano, es aprovechada en varias disciplinas como el arte, la psicología, la
publicidad y el diseño o la medicina a través de terapias alternativas como la
cromoterapia, incluso también es abordado desde la metafísica y en terapéuticas
que trabajan con la energía, asociándola al color. Desde la Psicología podemos
asegurar que hay una impronta subjetiva, además del fenómeno físico como hecho
en sí mismo y su experiencia sensorial, ya que es utilizado como expresión de
sensaciones. Esto, en el arte como en la arquitectura, es una herramienta
poderosa como generadora de emociones en el receptor del fenómeno. Puede favorecer en la expresión de una idea o
alterar y trastornar al individuo produciendo confort o incomodidad. Puede
destacar o disimular, puede generar una sensación de bienestar, de excitación o
serenidad, puede estar asociado a la temperatura, dimensión o peso en la
percepción de un objeto o un espacio. La
elección, uso del color y sus combinaciones cromáticas, como lenguaje social
obedece a factores estéticos y culturales pero a la vez tiene connotaciones
psicológicas a nivel personal, existen asociaciones inconscientes en la
elección de un color en particular o en la respuesta que pudiera tener un
individuo frente a un objeto con determinado color, de acuerdo a experiencias
previas. Esto puede manifestarse, por ejemplo, en la sensación de tristeza al
entrar en una habitación con poca iluminación, con ventanas reducidas y
ausencia de colores brillantes o el caso de una persona hambrienta rodeada por
paredes rojas en la decoración del espacio, o platos del mismo color. Algunos
colores suprimen el apetito, mientras que otros pueden aumentar nuestra respiración y frecuencia
cardíaca.
El objetivo de este artículo, no es abundar en una
explicación de la teoría del color, sino lograr una aproximación a la ciudad,
la arquitectura, el color y la
psicología del mismo.
El rol del arquitecto como cualificador del espacio
urbano, es fundamental. Dentro de la actividad que le compete, debe asumir el
compromiso de construcción del ambiente urbano. En ese rol, se entiende que el
color en la ciudad implica mucho más que la sola aplicación del mismo dentro de
la fisonomía urbana. Al igual que con la definición de la forma y la función en
un hecho arquitectónico, el aporte del color en el espacio vital urbano, es muy
significativo, ya que contribuye a la lectura de la ciudad como hecho
urbanístico.
“Los especialistas en el diseño del entorno urbano no han incluido el color con toda su potencialidad como variable de diseño. Este no se percibe solo con los ojos, sino con todo el pasado, la historia y la concepción que se tenga del mundo. El color es un hecho cultural, y lo percibimos con toda la cultura. Por lo general, en el transcurso de la historia, se ha utilizado el color en la búsqueda de producir "un efecto colorista" en la obra de arquitectura. Estos "efectos" responden a distintas motivaciones y cumplen diversas funciones, fundamentalmente simbólicas (primitivas, abstractas, decorativas) y comunicativas (decodificadoras, descriptivas, exaltadoras, contextualistas, etc.)”. “A partir de la influencia de la Reforma (Lutero, uno de los principales exponentes que aportan sustento filosófico), se vuelve la mirada hacia el Clasicismo (síntesis equilibrada de forma y espacio), con una desvalorización del rol del color. En la mitad del siglo XVIII se producen los primeros descubrimientos arqueológicos que revelan el uso intenso del color en la arquitectura clásica. Ello modifica las tendencias de la época, lo que se traduce en dos corrientes: una que incluye el uso del color en la arquitectura, y otra que se resiste, centrando su postura en el acromatismo. Enrolado en esta última podríamos incluir a Ruskin (siglo XIX), que influenciaría al Movimiento Moderno en general, a pesar de que algunos de sus fundadores como W. Gropius, B. Taut, A. Behne, etc., desarrollaron varios intentos para incluir el color en la ciudad y crear nuevas formas de comunicación valiéndose del color como medio.
El color de una ciudad es un aspecto de su historia.
Hasta la Revolución Industrial, los pueblos y ciudades del mundo occidental
desarrollaron un proceso lento de crecimiento orgánico, utilizando materiales
de la región. Los materiales disponibles dieron forma a estilos arquitectónicos
muy diferentes, produciendo ambientes urbanos de gran armonía visual,
unificados por escala, materiales, y fundamentalmente por su color, lo que
generó estructuras urbanas con identidades cromáticas inmutables”. Leandro De Corso, Color, arquitectura y
estados de ánimo, Universidad de Morón, Facultad de Arquitectura.
El uso del color en la ciudad, es un hecho cultural y en la actualidad está
ligado a la forma, se utiliza para
estructurarla, subrayarla, revalorizar a la arquitectura o algunos elementos
componentes con fines decorativos. Quizá se carezca de la conciencia de su uso
como fenómeno ambiental. Intervenir con el color, es innegable que produce un
impacto, no
sólo enriquece la forma del espacio asignándole un significado, sino que
puede incrementar el contenido identificador, vivencial y orientativo
visual de una ciudad.
No se puede leer al color solamente en su aspecto cromático,
sino como fenómeno ambiental, en él cobra importancia la iluminación, las
sombras (no son incoloras) y sus tonalidades, la reflexión en las superficies
arquitectónicas y las cualidades atmosféricas en las distintas localizaciones
geográficas y en distintos horarios durante el día y según las estaciones del
año. Muchas ciudades, se han
identificado a lo largo de la historia con determinados rangos de color
producidos por el uso de ciertos materiales predominantes de producción
regional (como el caso del ladrillo
visto utilizado a gran escala en muchos edificios en altura y viviendas
particulares en la Ciudad de Córdoba), en donde la incidencia de la luz y los
agentes climáticos, modifican sustancial y dinámicamente, la sensación del
color ambiental. El uso de determinada tecnología y el color asociado a las
mismas, en combinación con la morfología y utilización de los espacios, es lo
que va estructurando un sistema de “lugares” en la ciudad, conformando su
estructura y permitiendo aprehenderla como tal, otorgándole su fisonomía
particular e identidad, en un
determinado momento histórico.
Es innegable que el color es un factor determinante que
contribuye en la construcción de la identidad de la Ciudad. Su uso en el
medioambiente urbano, en términos de sustentabilidad, implica una
responsabilidad para los arquitectos que realizan una lectura de la identidad, donde el color cobra significado en la sintaxis de la Ciudad.
Datos del Autor
Cecilia MontoyaNació en la Ciudad de Córdoba, Argentina,donde reside actualmente. En el año 1994, egresó de la carrera de Arquitectura, cursada en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño Industrial, de la Universidad Nacional de Córdoba. Ha desarrollado también, una intensa actividad artística, para lo cual se ha ido formando a lo largo de varios años, en distintos Talleres de arte.
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