Considero vital, poder lograr la menor distancia posible, del concepto de lo “natural”. La artificialidad de los sistemas, no tiene sustentabilidad extendida en el tiempo. La propia naturaleza se encarga de regular lo que no es genéticamente compatible con ella.
Lo que llamamos evolución, trae como consecuencia mutaciones en todos los órdenes, a veces reales, otras sólo en apariencia. Esto se da en todos los niveles y en distintas escalas de abordaje, partiendo de lo micro, a lo macro e inabarcable por la conciencia humana. Los cambios suceden, son necesarios y es completamente anti natural resistirse a esa tendencia.
No podemos ser rígidos e inflexibles por la larga metamorfosis que vienen sufriendo las ciudades a lo largo de la historia. La Urbe, como organismo vivo, participa de toda evolución. Si está viva, también está sometida a una mutación, cambia.
El concepto de ciudad se va modificando sin pausa porque las actividades humanas lo van haciendo también, cambia la forma de relacionarse, la trama de vínculos en distintos órdenes, el concepto de confort, las necesidades espacio – temporales y las psicológica – higienistas, cambios meteorológicos y ambientales, también influyen.
Quizá sea difícil hacer predicciones futurológicas y saber cuáles de los conceptos mencionados, y en qué orden, podrán modificarse; pero lo que sí está en claro, es que la necesidad de sustentabilidad y de eficiencia energética se ha tornado primordial, diría vital. Especialmente indispensable, es lograr una forma de vida que contribuya a mejorar el metabolismo urbano (ver nota...).
No se puede asegurar si llevaremos una vida nómada, conectando nuestra célula habitacional a superestructuras diseminadas por todo el planeta tierra, o que vivamos protegidos por grandes estructuras que nos den las mismas posibilidades que nos brinda la actual atmósfera, o que habitemos sobre estructuras flotantes que se desplacen por vía marítima, aérea o en el espacio, o lo hagamos en rascacielos extractados de una película de ciencia ficción, o bien en rascasuelos bajo tierra, de enorme longitud y propiciados por la nueva tecnología que avanza sistemáticamente.
No sé qué es lo que vendrá en un futuro más o menos cercano, pero lo que sí puedo asegurar, es que el modelo de ciudad en el que pretendo vivir, no es una sumatoria de originales esculturas concebidas por la imaginación de grandes arquitectos y urbanistas considerados “megaestrellas” a escala global, personalidades con tendencias narcisistas, propiciados por grandes corporaciones financieras. Comienza a gestarse una situación de consumo de la arquitectura, donde se hace hincapié en la "morfhé" y en la "singularidad", producto de un despliegue económico concentrado en determinadas zonas geográficas (ver nota...), y no basado en las verdaderas necesidades humanas, que son las auténticas generadoras de espacios contenedores. Tampoco quiero vivir en una Ciudad donde las distancias niegan cualquier tipo de proximidad humana.
Otra vertiente ideológica contrapuesta, es la que trae aparejada la idea de conservación de las Ciudades con o sin valor patrimonial y la gran dicotomía instalada en el pensamiento de los responsables de la planificación urbana, con respecto a qué conservar y en qué porcentaje, y cuáles son las zonas susceptibles de renovación. Es así que varias Urbes, con una vasta historia que las sustenta, se trasforman en verdaderas "Ciudades resilientes" (ver nota...).
Lo que yo considero vital, es lograr la menor distancia posible, del concepto de lo “natural”. La artificialidad de los sistemas, no tiene sustentabilidad extendida en el tiempo (ver nota...). La propia naturaleza se encarga de regular lo que no es genéticamente compatible con ella.
Existen numerosos proyectos para ciudades futuras (ver nota...). Dejo aquí, algunas curiosidades tecnológicas y utopías....
Interesante... Ando por estos lugares. Un placer leerte...
ResponderEliminarMil besos, guapas.